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A lo mejor podrían pensar que Ricarda era una rata rechoncha, peluda y con anteojos. Quizá algunos llegarían a imaginársela sentada en su mecedora, con las patas sobre un taburete, leyéndole cuentos a sus adorados nietos. Otros estarían convencidos de su bondad por el hecho de ser una dama.
Sin existencias